Nunca me imagine qué subirme a ese taxi me cambiaria la vida, nunca se me ocurrió que podría pasarme algo así.
Voy a intentar resumirlo lo más que pueda, aunque cada vez que voy recordando los hechos, más detalles de lo que pasó me vienen a la cabeza.
La verdad que lo estoy escribiendo porque es algo que lleva diciéndome mi terapeuta hace meses, “Quítate esta mochila de encima, después rompes el papel, que nadie lo vea” me insiste en cada sesión semanal que tenemos.
Era un miércoles, había estado con unos conocidos en un bar, y decidí irme sola a la habitación sin ventanas que estaba alquilando. Me gustaba mucho caminar de noche por Londres pero ese día no se porque pensé que la mejor opción era tomarme un taxi.
El taxista era un hombre robusto, no me llamó la atención en ese momento, fue después cuando lo investigue en sus redes sociales, que por cierto era muy activo, que me pude hacer una idea de lo que era su vida. Pienso en él y me dan muchas ganas de llorar.
El taxista era muy simpático, todo su aspecto contrastaba con su paciencia con mi ingles de recién llegada a Inglaterra. Aún no puedo creer que la policía lo encontró esa misma noche, muerto en la rivera del Tamesis al lado del puente de Londres. Esto que pasó me dejo completamente traumatizada. Pasaron ya cinco años y aún lo vivo como si fuera hoy. Pienso todo el rato que tuve en mi mano el arma homicida y me da mucha impresión, si yo hubiera elegido no dejarla ahí, si me la hubiera llevado, quizás aun el taxista estaría vivo. El taxista que había sido boxeador, y estuvo entrenando todo su vida a base de pegar, termino muerto y sin opciones de apenas defenderse. Muy triste final.
Cuando me subí al taxi, en mis pies había uno de esos bastones de treking, que se usa para hacer senderismo, a mi me encanta la montaña, así que pensé en un momento de llevármelo, pero como ya había robado en otras ocasiones y luego me había sentido culpable, decidí dejarlo ahí, y ahora me arrepiento mucho. Sí, ese palo fue el arma homicida que mato al taxista. Y yo tuve eso en mi mano! Se puede entender mi desesperación no? Sí hasta llegue a pensar que estaría condenada a cadena perpetua en una cárcel de mujeres de Inglaterra, por un crimen que no cometí.
“Yo me baje del taxi y me fui, deje ese palo ahí y punto” esto fue lo que yo repetía como un loro, llorando, gritando, en español, en ingles, y hasta una vez en portugués cuando vino a verme un abogado brasileño radicado en Londres. Pero los testigos habían visto que yo había sido la ultima pasajera que subió a ese taxi, el palo de treking lleno con mis huellas dactilares, es que los escasos quince minutos que estuve en ese taxi lo que más hice fue estar tocándolo sin parar mientras pensaba si me lo robaba o no.
El taxista apareció en la rivera del rió con ese palo clavado en el medio del pecho, en el esternón ¿Cómo puede ser que yo haya tenido eso en mi mano y que minutos luego sirviera para quitarle la vida a alguien? No es muy normal conocer a alguien y luego enterarte que fue brutalmente asesinado, y menos que te busque la policía para hacerte preguntas. O sea no estoy exagerando cuando digo que esto me cambio la vida, creo que nunca más podré olvidarme de lo que me toco vivir.
¿Quieren saber quién fue el asesino? El dueño de ese palo, si, un montañismo que le había dado un brote psicótico bastante violento, y al bajarse del taxi, y olvidarse el palo se desesperó a tal punto que tomo otro taxi y persiguió al nuestro, cuando yo me baje, por suerte, y ya había entrado a mi portal, se acerco a la ventanilla del taxista y luego pasó lo que pasó, cuando los psiquiatras de la policía le preguntaban porque lo hizo solo contesto:” No me gustó como me miró.”
Comentarios
Publicar un comentario